Lucía Solla ha debutado con ‘Comerás flores’ cosechando el éxito. Segunda edición en marcha, presentaciones por media España y lectores —y lectoras, sobre todo— que salen del libro con un nudo en la garganta y un puñado de esperanza. La novela, cruda pero elegante, habla del amor cuando se convierte en dolor, herida y prisión. Está ya en los institutos como lectura obligatoria en Bachillerato, y con razón. Solla ha venido para quedarse.
P-¿Cómo es publicar el primer libro y triunfar?
R-Publicar ya de por sí es algo surrealista. Yo pensaba que con que saliera la novela, ya sería más que suficiente. Pero que ‘Comerás flores’ empezara a funcionar desde la primera semana es un sueño, como si todo lo que temía se desvaneciera de golpe. A partir de ahí me relajé un poco más, me permití disfrutar del proceso, de las presentaciones, de los lectores que se acercan, de lo inesperado.
P-¿Desde cuándo escribe?
R-Desde muy niña. Siempre tuve cuadernos de cuentos, historias que me inventaba, cosas que mis padres transcribían al ordenador, incluso me las encuadernaban. Pero no lo veía como algo serio, porque creces pensando que los escritores son pocos, que no merece la pena ni soñar con eso.
P-¿Le ha atacado el síndrome de la impostora?
R-Sí, muchísimo. No sólo al principio, incluso cuando la editorial me llamó pensé que se habían equivocado conmigo, que no estaba preparada, que iba a decepcionar. Todavía lo siento de vez en cuando. Pero con cada presentación, con cada comentario de alguien que ha leído el libro, con el respaldo eso se va mitigando.
P-Hablemos del proceso de creación del libro.
Tenía unos párrafos, algo que rondaba la idea, el impulso de querer hablar de una experiencia que estaba muy dentro, del duelo, de relaciones que no se ven, de maltrato psicológico. Me apunté a un taller con Marta Jiménez Serrano, le mostré lo que tenía, ella me dijo que eso era la sinopsis de una novela, que tirara para adelante. Luego vino la residencia en la Ciudad de la Cultura, que fue clave para tomarme el proyecto en serio, estructurarlo. Después vino la escritura real, la disciplina de encontrar huecos para escribir, reescribir mucho, borrar lo que sobrase, insistir hasta que cada escena tuviera sentido.
P-¿Y la llamada de Libros del Asteroide?
R-Fue un momento que, aunque fantaseaba con algo así, no creí que fuese a pasar. Cuando recibí la llamada de Luis Solano, el editor, me dio muchísimo vértigo. Pensé que sería una equivocación, que la editorial descubriría que no estaba preparada. Me animaron, me dieron feedback, me ayudaron. Desde el primer contacto me sentí arropada por ellos.
P-¿Escribir es aprender a borrar?
R-Una parte esencial de escribir está en saber qué quitar, hay frases que a uno le encantan pero que no sirven al conjunto. Yo borré muchísimo. Mi editor insistía mucho en “rebajar intensidad”. Esa capacidad de renunciar, de borrar, moldea el libro.

P-¿De dónde vienen los personajes Marina y Jaime?
R-Marina está muy ligada a mí, a lo que viví, al duelo por la muerte de mi padre, al sentimiento de pérdida, de no saber quién eres cuando falta una figura tan importante. También tomé de amigos, de mujeres que contaban sus experiencias. Jaime es mezcla de exnovios, de lo que escuché de amigas, de comportamientos que identificas al observar a otros hombres. Intenté que no fuese un villano caricaturesco, sino alguien que parezca cálido, incluso encantador, para que la tensión cambie cuando se empiezan a ver sus grietas.
P-¿Cómo se narra esa violencia sin hacer pornografía del dolor?
R-Quería contar lo psicológico, lo sutil, esas heridas que no se ven pero que moldean a la persona mucho más que los golpes. Por eso hay escenas fuertes, pero intercaladas con lo lírico, con momentos de belleza, con silencios. Hay imágenes poéticas que contrastan con lo crudo del maltrato emocional. También quise dejar espacio al lector para que completase lo que yo no mostraba, para que sintiese lo que Marina siente sin explicarlo todo. No quería caer en lo explícito para impresionar, sino en lo necesario para conmover.
Entre los capítulos, Marina va narrando lo que tiene: “Tengo: un perro, una amiga…”
P-¿Qué tiene Lucía Solla?
R-Tengo una familia gallega, una familia asturiana, dos perras y un padre muerto
P-¿Es el amor lo más importante que hay en la vida?
R-Sí, pero no el amor romántico como única forma. Creo que el amor —a los amigos, a la familia, incluso el amor a una misma— es lo que nos sostiene. Lo que pasa es que, como Marina, muchas veces creemos que el amor de pareja lo es todo y dejamos de ver lo que ya tenemos. A veces perseguimos un tipo de amor que ni siquiera existe, y en esa búsqueda nos perdemos a nosotras mismas.
P-Está claro que el amor no lo puede todo.
R-No, y no debería poderlo. El amor sin límites no es amor, es dependencia. Marina confunde mucho eso. Aguanta, cede, calla, porque cree que el amor se demuestra aguantando. Pero el amor que duele, que aísla, que anula, no es amor. Hay que aprender a quererse también desde el límite, desde el no.
P-Nos cuesta mucho diferenciar entre el enamoramiento y el amor.
R-El enamoramiento es una especie de espejismo. Marina se enamora más de una idea que de una persona real. Y eso es algo que nos pasa mucho. Confiamos en lo que proyectamos más que en lo que vemos. Jaime, en cambio, no se enamora, quiere una figura, una presencia que encaje con su éxito, que lo complemente estéticamente. Esa no es una relación de igualdad, es de posesión.
P-¿Busca Marina con el amor llenar su vida y Jaime un trofeo?
R- Ella intenta tapar un vacío, algo que no ha resuelto con la muerte del padre. Él busca alguien que lo adorne, que encaje en su vida como encajaría un mueble de diseño. Ella es sustituible, él no lo es. Para Jaime, Marina es un complemento. Para Marina, Jaime es salvación. Y ahí empieza la asimetría.
“El amor sin límites no es amor, es dependencia”
P-¿Qué relación ve entre la figura paterna ausente y la pareja que elige?
R-No elige a Jaime por casualidad. El vacío que deja su padre lo intenta llenar con alguien que le ofrezca protección, guía, incluso admiración. Jaime lo sabe y lo usa. Le dice que conocía a su padre, que se parecen, y con eso activa algo emocional muy profundo. Esa carencia mal cerrada es el terreno perfecto para que entre alguien que sabe cómo manipular desde lo afectivo.
P-¿Marina pasa por alto ese comportamiento agresivo y machista porque quiere a Jaime o por el dinero y las comodidades?
R-Está convencida de que tiene que funcionar, de que eso es amor. Y también porque esas comodidades se disfrazan de estabilidad. Él le da una vida aparentemente segura, pero a cambio le quita su voz. Lo grave es que ella no se da cuenta al principio. Lo justifica, como muchas víctimas hacen, hasta que no puede más.
P-¿La máscara del dinero oculta el horror y lo llena todo de prestigio?
R-Si Jaime no tuviese esa posición, esa influencia, no habría tenido tanto margen para manipular. Y probablemente la familia habría reaccionado antes. Pero el dinero maquilla, da una especie de credibilidad. Es un barniz que tapa las grietas, hace que nadie se atreva a mirar demasiado de cerca.
P-Hay palabras y comportamientos que hieren tanto o más que un bofetón. Una violencia que no deja marcas en la piel, pero en este caso sí en la autopercepción.
R-La violencia que se cuela en cómo te ves a ti misma es muy compleja. Jaime no necesita gritar ni pegar. Sólo con sugerencias, comparaciones, “consejos” sobre el cuerpo, logra que Marina se autocastigue. Ella acaba desarrollando un trastorno sin que él tenga que decir una sola frase abiertamente cruel. Es una violencia que se ejerce desde lo simbólico, desde el gesto. Y muchas veces es invisible para los demás.
“Publicar era algo surrealista, que funcionara desde la primera semana es un sueño”
P-Llorar puede ser un alivio o un castigo.
R-Marina llora para soltar lo que no puede decir. Y también porque se siente culpable de no estar a la altura, de haber decepcionado. En ese tipo de relaciones, llorar se convierte en otra forma de desgaste, porque hasta el llanto se gestiona en soledad. Sin consuelo, sin comprensión.
P-¿Hay ausencias, como en este caso la del padre de Marina, que son una presencia?
R- La figura del padre está en todo el libro. No aparece físicamente, pero todo lo que Marina hace tiene que ver con él: lo que recuerda, lo que idealiza, lo que proyecta. Las ausencias importantes no se van. A veces son un ancla, otras una brújula. En su caso, esa ausencia es lo que más pesa en su construcción emocional.
P- El círculo familiar de Marina veía que había problemas, y los dejaron pasar. Menos Diana, la amiga, que da la voz de alarma.
R-Sí, y eso también lo vemos mucho. Cuando alguien parece feliz, cuando está “bien acompañada”, la familia prefiere no incomodar. Diana es la única que se atreve a decir algo, pero es también la primera a la que Jaime aparta. Porque sabe que ella sí ve la verdad. Incluso la perra, Frida, funciona como esa alerta que no puede hablar, pero que lo siente todo. Me interesaba mucho que los que están fuera también tengan responsabilidad. El silencio cómplice también duele.
P-“Salir del amor es como salir de una catástrofe aérea”, escribió Peri Rossi. Pero se sale y se vuelve a ser feliz.
R-Se sale, y se puede volver a la luz. Marina no lo hace sola: tiene a Diana, tiene sus recuerdos, tiene una fuerza que va ganando cuando empieza a reconocerse otra vez. Lo importante es tener redes. La mayoría de las mujeres salen, pero tardan más cuando están solas. Por eso es tan importante no desaparecer del todo cuando una amiga se aleja. A veces sólo necesita saber que puede volver.

P-¿Necesitar continuamente la aprobación de los demás es un síntoma de que algo no va bien?
R-Por supuesto. Y no se arregla con una pareja, ni con un trabajo nuevo, ni con likes en redes. Es algo que hay que mirar de cerca, muchas veces con ayuda. En el caso de Marina, esa necesidad la hace más vulnerable. Quiere agradar, quiere que todo encaje.
P-¿Hasta qué punto somos producto de cómo nos criaron?
R-Somos más producto de los recuerdos que tenemos de esa crianza que de la crianza en sí. Marina recuerda a su padre como un hombre amoroso, presente, que le deja como última frase una especie de lema: “El amor es lo más importante”. Ese recuerdo la guía, aunque también la condiciona. Porque cuando idealizas el pasado, es difícil ver el presente con claridad.
P-¿Es más fácil ser mujer ahora que antes?
R- No lo tengo tan claro. Sí, publicamos más, estamos más presentes, se nos escucha más en ciertos espacios. Pero también hay una reacción muy fuerte. Y entre los más jóvenes, veo dinámicas preocupantes. Se ha avanzado mucho, pero también hay retrocesos disfrazados de igualdad. Y hay que estar muy atentas.
P-¿Las ciudades son la medida de quienes las habitan?
R-Elegí Pontevedra por eso, ahí están mis calles, mis paisajes, mis referencias emocionales. Pero también porque una ciudad pequeña tiene algo inquietante, todo está cerca, y aun así nadie ve lo que pasa dentro de una casa. Puedes vivir una relación tóxica a cinco minutos de tus padres y que no lo noten. El entorno no siempre protege.
“Somos más producto de los recuerdos que de la crianza”
P-¿Qué esperas que le ocurra al lector al cerrar ‘Comerás flores’?
R-Que entienda. Que sepa mirar sin juzgar. Que reconozca los mecanismos de ciertas violencias, aunque no las haya vivido. Y, sobre todo, que sienta esperanza, que se puede salir, reconstruir, volver a ser. Y que también entienda que si no lo has vivido, lo importante es no señalar, sino acompañar.
P-¿Por qué hay que leer?
R-Porque leer te da otros ojos. Te pone en lugares que no conoces, te permite pensar de formas que no son las tuyas. Y a veces, simplemente, porque leer es un refugio, un placer, un consuelo. No todo tiene que ser trascendental, leer es también entretenerse.
P-¿Y por qué tu libro?
R-Porque quiero sacar otro. Pero también porque puede ayudar a poner palabras a cosas que no siempre se nombran. Y porque a veces necesitamos vernos en otras para entendernos mejor.
P-¿Cuál es su flor favorita?
Las camelias. Son típicas de Pontevedra, y siempre me han gustado. De pequeña también me encantaban los pensamientos, creo que por el nombre y por esos colores tan intensos. Pero sí, las camelias tienen algo melancólico y sereno que me conmueve.
P-¿Está escribiendo algo nuevo?
Tuve la suerte de que antes de la llamada de Asteroide yo ya estaba escribiendo el segundo libro, porque si no ahora me resultaría más difícil con las expectativas.