La lluvia nos trae San Mateo (jueves 11)
A nuestra piel tostada y con sabor a sal, le recuerda la caída de las primeras gotas de lluvia que llegan las fiestas de San Mateo. Pensábamos que este verano de sol se iba a hacer eterno en Asturias —ilusos—, pero basta con que arranquen las fiestas de Oviedo para que el espejismo se desvanezca y se licúe en un vaso de plástico lleno de mojito.
Este SM se adelantó un día, al jueves, porque el “ambassador” Alfredo Martínez Serrano tenía el viernes ocupado y nos íbamos a quedar sin tal figura que elogiara a la ciudad; Eva Otero Luengo, karateka ovetense, fue la encargada de lanzar el chupinazo, y tampoco podía el viernes, como siempre fue, porque tenía que lanzar pitando a una competición.
El pregón estuvo bien, Martínez Serrano dijo estar feliz, mostró su amor a Oviedo, su cultura, historia, gastronomía y su gente. “Oviedo está de moda (…) somos unos privilegiados”. Nada más que éste calló, banderas de palestina y una pancarta “Israel estado terrorista” se alzaron al grito de “No al genocidio”. No eran muchos, unos cuarenta, pero hicieron ruido. Los gritos apenas dejaron escuchar las palabras del alcalde. Todo muy pacífico y sin líos, también es verdad que el despliegue policial que presentaba ayer el Antiguo era para no andarse con tonterías.
Pregón, Canteli, gaitas con el himno de Asturias, chupinazo y fuegos. Ya estamos en fiestas, las más largas que recuerdo, ni Caunedo que era tan dado a los saraos. Y nadie se puede quejar por esto, no me sean tristes y pelmazos, que como dijo Michi Panero es lo peor que se puede ser en la vida.
El agua deslució este comienzo, pero los hubo que se agarraban a la sombrilla bajo la tromba de agua y no dejaban de bailar. Los bares del Antiguo, cobijo de siempre y resguardo de fiar, fueron los grandes beneficiados, por aquello de que tienen techo y tal.
Doce días de fiesta son muchos días, así que uno debe dosificarse como esos ciclistas que salen por la tele, teniendo en cuenta que quien vence en la general no suele ser el que lo hace en varias etapas. Cabeza, hígado y cartera, es lo que debe guiar cada día y cada noche para obtener la victoria de salir con alguna neurona, sin parecer un estropajo usado y con la cuenta tiesa.

Si Manolín el Gitano levanta la cabeza (viernes 12)
El viernes, ya en fiestas de San Mateo, no atrajo a más devotos a la hora del vermú. El agua ni estaba ni se le esperaba, pero la mayoría de chiringuitos del Antiguo tenían las barras vacías y las mesas con un cuarto de entrada. Más que San Mateo, parecía un día más de este verano donde los turistas corrían a las sidrerías y los ovetenses penitentes y sacrificados sin veraneo se daban al relax de la cerveza en mano y el sol en la frente. En la zona del Bombé, había algo más, pero parecía que la ciudad aún no había despertado ni se enteraba de que había empezado la fiesta.
Uno de los grandes problemas creo que radica en que las mesas y las sillas se hayan hecho con la mayoría del espacio, así lo único que se logra es apalancar a la gente y que unos cuantos vejestorios sienten el pandero toda la tarde, con la antena puesta al cotilleo, por el precio de un agua con unas pipas traídas de casa. Si Manolín el Gitano levanta la cabeza y ve que ya no tiene calle ni plaza de Porlier para desplegar sus dotes de baile, se liaría en una guerra continua frente al plástico que puebla el mobiliario de los chiringuitos. Me lo imagino así: “Las sillas de Coca Cola son gualtrapa. ¡Fuera!”. Y una vez todo despejado, lanzar la muleta mientras contorsiona su cuerpo como un robot al ritmo de la música.
Dicen que el tardeo se está imponiendo, pero lo que de verdad triunfó este primer viernes fue la noche. Hasta que no se puso el sol, el cancaneo brilló por su ausencia: se podía ver a los mismos de cada viernes, más algún que otro despistado y comidas de empresas.
Las luces y la orquesta calentaron el Bombé, donde pedir se hacía a veces una tarea de lo más complicada. No tanto por las manos levantadas reclamando lo suyo, sino porque los camareros eran lentos y malos, de esos que no levantan la cabeza del suelo para no atender y cuentan la vuelta con los dedos. La noche avanzó mientras los grupos de amigos iban perdiéndose por los mismos pubs de siempre y por las calles se vertía la alegría y el amor.
Aquí también se informa (sábado 13)
Las gaitas retumban en el Fontán desde bien temprano. El sonido agudo del instrumento se filtra entre las ventanas de los que resacosos apuran los últimos segundos de sueño antes de volver a la realidad mateína del jolgorio. Ese chirrido se aloja en la frente de alguno y le acompaña hasta la tarde, hasta que la cerveza o el vermú hacen efecto gomina y vuelven al estado de embelesamiento que siempre debe acompañar a uno cuando está en fiestas.
Comer es necesario, pero los hay que hacen de ello algo prescindible. Por esto los chiringuitos siguen nutridos de clientes a las horas en las que uno debe estar sentado en la mesa. “Con picar algo rápido arreglámonos, nun vayamos apalancar”, me comenta un grupo de amigos llegados de Caborana. “A ver qué ganao se mueve, que esto ta un poco muertu”, me dicen antes de despedirnos. Los restaurantes hasta arriba rechazan a aquellos valientes que se atreven a probar suerte, casi siempre con escaso triunfo. Pero Dios sigue apareciéndose, y delante de mí un grupo de cuatro logra sitio en la terraza de Casa Ramón
La chapa de Ábalos está entre las que más se venden, junto a la de Santi Cazorla. Lo hacen por motivos diferentes, pero cómo gusta la mamandurria. También mucho chicle, mecheros y pulseras. Esta información viene de Osman, fiabilidad absoluta, aquí también se informa. Lo que sí es que nadie le compra condones, no sabemos si es porque ya no se folla o es que la gente no tiene cuidado.
Me gustaría saber cuál es el número de mojitos máximo que pueden beberse en San Mateo para no padecer ardor de estómago. Es una queja generalizada, y no me extraña, porque los hay que son capaces de corroer acero. Supongo que las farmacias están frotándose las manos, hinchándose a vender Almax y engordando la caja.
La segunda noche de verdad se prestó a estar en la calle, pero según la zona de la ciudad que uno frecuentase podía encontrarse con un gran ambiente o la mayor de las soledades. Este modelo de SM omnipresente hace que todo sea disperso y no se den tantas aglomeraciones. “Espero que esa sea la causa, porque me niego a creer que la nueva juventud sea tan pacata y adoctrinada como para que no le guste tomar algo con sus amigos durante la fiesta de su ciudad.
Domingo de Carmela (domingo 14)
El domingo me entero de que el tren que lleva a los niños y a algún adulto desubicado por las diferentes localizaciones de San Mateo sufrió un percance y está sin funcionar, en este país ya no funcionan ni los trenes de pacotilla que no son trenes. Cada vez que veo este trenecito, me acuerdo de la guagua de Baqueira que te subía del aparcamiento hasta 1500 y que más de una vez se vio accidentado. No sé yo si la culpa de tanto accidente y avería será del modelo de vehículo o de los conductores, lo que sí que puedo asegurar es que por esta vez y en este tren la culpa no ha sido de Óscar Puente, porque no ha tuiteado ninguna gilipollez al respecto.
Un domingo que parecía querer dejar claro que iba a ser el último del verano, pero no estamos para playa, que estamos en fiestas. Puse rumbo al Parque San Francisco, donde me entretuve con los diferentes puestos artesanos y gastronómicos para marear y hacer tiempo, porque no compré nada. Acudí al resguardo de la sombra en el Aguaducho, porque el sol me estaba torrando la cabeza. Una vez fresco y preparado, pisé el Bombé que a eso de las tres de la tarde era el desierto de Sonora. Menos mal que gracias a unos amigos pude encontrar sitio a la sombra y cerca de una caseta con bebida fría.
Aterrizamos en el Carmela, porque a Carmen siempre hay que ir a verla, y no sólo de noche. Lo que trabaja esta mujer es increíble. Tiene uno de los mejores bocatas que pueden comerse este San Mateo, de carne guisada, que hacen que uno reviva. Fueron esos bocados los que trajeron de nuevo a este mundo a unos cuantos que ayer la noche se les quedó pequeña y la alargaron.
Después del vermú, la cosa se vino abajo. Algún grupúsculo aislado seguía cargado de fuerza, quizá también de trampas, y bailaba copa en mano. Por el Antiguo, el Jamón Jamón aguantaba a la gente que había tomado, como de costumbre, la calle. Algún Chiringo en Porlier daba un poco de salseo. Y los de la plaza de la Catedral languidecían como lo hacía la tarde. Exceptuando el fin de semana, y por lo que vi, estoy seguro de que vamos a tener un SM de bajo voltaje. Es lo que hay, pero la fiesta no nos la puede quitar nadie.