El mismo América en Asturias de siempre (viernes 19)
La dura semana festiva se hace aún más pesada cuando se compagina la mamandurria con el trabajo, cuando el despertador suena poco después de echarse uno a la cama, cuando las legañas y los bostezos acompañan la jornada laboral. Por esto el viernes se hacía esperar con inquietud y muchas ganas en las calles de Vetusta.
A eso de las tres de la tarde, un poco antes porque era el día para salir antes, todas las barras se fueron llenando con un goteo continuo de seres necesitados de brindar y buscando ser felices. La sombra, escasa y muy cotizada, apelotonaba a unos y a otros bajo los toldos o al resguardo de los chiringuitos. Parecía el momento en el que todo era posible, y para muchos lo fue.
A las cinco de la tarde, con puntualidad torera, arrancó el Desfile de América en Asturias, y ya van setenta y tres ediciones. Más de tres mil participantes, 44 secuencias, entre carrozas, grupos de baile y demás actuaciones. Dicen que fue el mejor en años, el más espectacular, pero yo sigo viéndolo todo muy cutre, con una pátina rancia y chambonera. También es verdad que el desfile, las carrozas, son para los más pequeños, y estos disfrutan. Aunque no sólo ellos, porque las brasileñas bailando vuelven a acaparar, como ha sido siempre y será, la atención de los paisanos. Los había que no quitaban ojo a esas caderas y luego, desorientados y embobados por la lambada, no encontraban a la familia o no querían hacer mucho por encontrarla. Y otra vez el Molécula, que estaba en el camión de sidra Cortina animando a todos a echar un culín y seguir con el bureo.
Cuando acabó el desfile, empezaron las carreras para encontrar sitio en el Bombé, que esté en el parque San Francisco da licencia a los padres para que suelten a sus vástagos y se agarren a la cerveza sin problema ni preocupación. Familias enteras comiendo bocatas y corriendo entre el público. Los de los globos hicieron perras como para asar una vaca, ocho euros por un trozo de plástico con helio, que lo más seguro es que acabe marchándose al cielo, es tal atraco que sólo se justifica por la cara de felicidad de los pequeños cuando lo reciben.
La noche era perfecta, de estas en las que siempre se te hace temprano, pero ante un fin de semana tan largo y con tantos compromisos, lo más inteligente era irse no muy tarde. La mayoría nos quedamos a medias con este propósito.
¿La noche de los fuegos? (sábado 20)
Había que apurarse al vermú y comer rápido, todas las aplicaciones daban el gran diluvio. Las terrazas y los chiringos notaban este aviso de agua: había menos gente de lo habitual para este último sábado y, además, con fuegos artificiales.
Entre bocadillos de calamares y carne guisada, pasaba el tiempo y el cielo gris no descargaba su rabia contra Oviedo en San Mateo, en el que la lluvia nunca falta, porque pese a las polémicas por el modelo, nadie quiere perdérselo. Al final, llegó. Y entre paraguas, bolsas de basura y carreras, llegamos a casa empapados y con necesidad de una siesta.
Hace varios años que no veo los fuegos artificiales de SM, y la única razón es el adelanto de éstos a las diez de la noche en lugar de a las doce. Justificado por el Ayuntamiento para que así puedan verlos los niños, con ello lo que logran es joder la cena a las familias y la experiencia de los fuegos a todos los que tenemos ese extraño vicio de cenar. No acabo de entender esta decisión, siendo festivo al día siguiente no hay ningún problema en que los niños aguanten despiertos hasta la media noche, y si se duermen, pues ya crecerán y tendrán más años para verlos. Además, los jóvenes ya no pueden enamorarse haciendo botellón mientras el cielo se ilumina y trafican su primer beso. Todo mal en esta decisión.
Este día es por antonomasia el de salir y estar con los amigos, que es de lo mejor que puede hacer uno en esta vida. Ya lo dijo Curro Romero, que quería ser eterno para reírse, que es lo más grande que hay. Y es lo que hace uno, al menos yo sí, con los amigos: reírse mucho.
Cobijados en bares, pubs y discotecas la ciudad se fue haciendo larga y ancha. Hasta el tímido sol se hizo cómplice de todos esos noctívagos que no querían hacer otra cosa que seguir riéndose sin parar. El tiempo pasaba, pero a nadie parecía importarle mirar el reloj. Se estiraba la oscuridad como un chicle con la complicidad de la música y las luces de neón.
Repicaba la Bamba en la Catedral llamando a misa de San Mateo. Los había que llegaban y otros que se iban, cruzándose por las calles de Oviedo esa fauna ecléctica que compone este pequeño mundo en el que nos movemos cada día.
El último baile (domingo 21)
Todas las intenciones de ir a la misa de San Mateo, comprar unas paxarines y acercarme al reparto del bollo de la SOF en la plaza de España se desmoronaron al llegar tarde a casa. La cama nos pudo muchos, y es lo normal. No puede ver a las fuerzas vivas de Oviedín acudir a la Catedral trajeados y alguno con gafas de sol, que ya son muchos días de lío. Ni comprar nada, porque ya no estaban cuando llegué. Tampoco me acerqué al reparto del bollo.
El cansancio y un tiempo huracanado, metía miedo, hicieron que me quedase a los pies de casa, tirando de ese campo base que son siempre La Menuda y Casa Ramón. El día grande mermado por los excesos y por un temporal que no permitió a los ovetenses disfrutar como se merecen.
San Mateo se prolonga hasta el día 22, pero este domingo tuvo mucho sabor a despedida. El runrún de la ciudad sonaba a retirada, descanso y buenos propósitos para el tiempo que va a venir. Los saldos en rojo anuncian un fin de mes muy malo: arroz, tomate y agua. Nos columpiamos por encima de nuestras posibilidades, la caída será dura, pero, como siempre hemos hecho y seguiremos haciendo, saldremos.
Fee Reega y Pablo Und Destruktion tocaron en el Paraguas para dejar a todos un gran sabor de boca. Como en las bodas de Caná, sacaron el mejor vino para el final y brindaron los mejores conciertos que se pudieron ver durante este SM. Gente de aquí, que son muy buenos y pone interés. Es fácil, ni la lluvia logró que se moviera nadie. Más conciertos por el Antiguo son necesarios para que esta fiesta vuelva a brillar.
Cansado, calado hasta el tuétano y tarareando las últimas letras de Pablo me arrastré hasta casa con una sonrisa en mi cara. La noche es un lugar maravilloso si uno aprende a mirar en la oscuridad, una tarea tan complicada que requiere toda la vida. En ello estamos.
El último baile que lo disfruten otros.
Me quedo en casa (lunes 22)
Mis fiestas de San Mateo se acabaron el domingo. Dedico el lunes a descansar y al amor. Probablemente el mejor plan de todos estos días.