Santiago Isla escribe con bisturí, pero lo hace desde dentro: sin moralinas ni miradas condescendientes. Escritor, músico, producto y dandi contemporáneo, publicó en marzo `El hombre de mi vida’ (Círculo de Tiza), una novela afilada, tierna y con resaca, donde la amistad sostiene lo que el amor promete pero rara vez cumple. Confiesa que escribe para entender el mundo y buscar la belleza. Madrid vuelve a ser lugar y personaje, las emociones no se disimulan y los protagonistas que pueblan sus páginas son espejos deformados de una generación en busca de sentido. Charlamos con él de literatura, rabia, horóscopos, traumas, lujo, sexo, y otras herramientas para sobrevivir con estilo.
P: ¿Por qué escribe Santiago Isla?
R: Escribo porque la escritura es mi forma de entender y ordenar el mundo, una necesidad para dar sentido a lo que siento y pienso. Es la manera en que transformo el caos interno en algo concreto, un diálogo conmigo mismo y con los demás. La literatura me permite capturar emociones y realidades que a veces son difíciles de expresar de otra forma.
P: Músico, escritor, tiene su propia productora. ¿Es usted un prodigio o fruto de unas circunstancias?
R: Más que un prodigio, soy el resultado de combinar pasión, curiosidad y trabajo constante. La vida me puso en caminos donde la música, la literatura y la producción artística se cruzaron, y fui capaz de aprovecharlo. Es algo de talento y estar en el momento justo rodeado de gente que confía y empuja.
P: ¿Cómo está siendo recibido ‘El hombre de mi vida’?
R: Ha tenido una recepción muy cálida y diversa. Realmente el objetivo del libro es que la gente pueda empatizar con estos personajes a pesar de pertenecer a un contexto social tan particular. Tan marciano. Que sus dramas son universales aunque su situación vital no lo sea.
P: Un libro que narra una generación y una clase social, como todos los suyos. ¿Hasta qué punto está usted en el libro?
R: Hay mucho de mí en el libro, aunque nunca escribo autobiografías literales. Uso mis experiencias, observaciones y emociones para construir personajes creíbles, pero siempre con distancia creativa. ‘El hombre de mi vida’ es un espejo, sí, pero deformado para destacar ciertas verdades y contradicciones de esa generación.
P: También una novela en la que Madrid vuelve a ser otro personaje más. Parece que la ciudad le da la medida de su literatura.
R: Madrid es un personaje central, un espacio vivo que marca el ritmo y la atmósfera del libro. La ciudad influye en las decisiones y en el estado de ánimo de los personajes, con su mezcla de tradición y modernidad, luces y sombras. Para mí, Madrid es inspiración constante, un escenario con su propio pulso.
P: Es “gente bien”, ¿le pesa mucho el apellido?
R: Claro que pesa, pero más que un lastre, es un punto de partida con privilegios y responsabilidades. La etiqueta de “gente bien” puede abrir puertas, pero también crear expectativas y prejuicios. Prefiero usar ese peso para cuestionar y explorar, no para acomodarme.
P: ¿Qué papel juega la belleza en su vida?
R: La belleza es importante, pero no en un sentido superficial. Me interesa la belleza que genera emociones, que provoca reflexión o conecta con la verdad. En la vida y en la literatura, la belleza puede ser un refugio y también un motor de crítica.
P: ¿Cree en la amistad entre hombres y mujeres?
R: Sí, absolutamente. La amistad genuina no entiende de género, y puede ser una fuente profunda de apoyo y comprensión. A veces hay malentendidos sociales, pero la amistad auténtica trasciende esas barreras.
P: Pone en boca del protagonista, Gabriel: “A los introvertidos nos gusta la compañía de los extrovertidos, porque nos soluciona muchas cosas. A la vez nos genera una gran tensión y nos pone en situaciones ridículas. En este sentido, sólo hay una cosa que llevemos peor que un extrovertido: otro introvertido”. ¿En qué grupo está usted?
R: Me considero un introvertido con gusto por la compañía extrovertida. Me nutro de la energía ajena, pero también necesito mis momentos de soledad para recargar. Esa tensión es parte de la dinámica social y personal que me fascina y, a veces, me desafía.
P: Muy buena definición del lujo: “Amortigua el peso de la vida”.
R: El lujo, entendido así, además de cierta ostentación es un refugio, un respiro frente a las dificultades cotidianas. Puede ser una comodidad que permita cierta tranquilidad, pero no es la respuesta a todo.
«El lujo amortigua el peso de la vida»
P: ¿”No hay mayor halago que el dinero”?
R: Es una frase irónica pero con verdad. En muchos círculos, el dinero es el símbolo máximo de éxito y reconocimiento, aunque no garantice felicidad ni respeto genuino. Es un halago que puede ser vacío, pero también un poderoso motor social.
P: ¿La cultura se valora lo suficiente?
R: La cultura no siempre recibe la valoración que merece, especialmente en términos de apoyo institucional y social. Sin embargo, existe una corriente creciente que apuesta por la cultura como herramienta de transformación y diálogo. Es una lucha constante, pero fundamental.
P: ¿Ser guapo o guapa hace que todo sea más fácil o es un hándicap?
R: Ser guapo puede abrir puertas, pero también genera expectativas y juicios. Es una ventaja social, sí, pero a la vez puede ser un obstáculo para que te valoren más allá de la apariencia. La belleza puede ser tanto un privilegio como una trampa.
P: Parece que ninguno de los personajes trabaja.
R. Es un reflejo de una realidad concreta y un contexto social donde el trabajo no siempre es el centro de la vida o incluso una opción viable para algunos jóvenes. Es un retrato crítico de la precariedad y el vacío que a veces acompaña a ciertas generaciones.
P: El alcohol y las drogas están muy presentes.
R: Sí, son parte del paisaje social y emocional de los personajes. Más que una glorificación, es un reflejo de las herramientas que usan para evadir, buscar placer o confrontar sus demonios. Es un tema que trato con honestidad, sin juicio ni glamour.
P: Aunque ahora está muy de moda ser abstemio.
R: La moda del abstemio también responde a una búsqueda de control y salud, pero la realidad social es diversa y plural. No juzgo ninguna opción, trato de mostrar el panorama real y las tensiones que existen en torno a estos hábitos.
P: ¿Conoce a muchas Sof? ¿Y a Gabrieles?
R: Conozco gente que podría encajar en esos perfiles, o que me ha inspirado para crear personajes así. Son etiquetas que ayudan a representar ciertos arquetipos y comportamientos sociales, pero siempre hay matices y singularidades.
P: Una observación de su alrededor para escribirla.
R: Observar la cotidianidad, las pequeñas interacciones, los gestos que parecen insignificantes pero que revelan mucho sobre las personas y su mundo. Eso es fundamental para mí: captar la vida en sus detalles y contradicciones.
P: En el libro aparece la rabia como motor de creación.
R: La rabia es una emoción poderosa que impulsa la creatividad cuando se canaliza bien. Es una fuerza que cuestiona, que no acepta el statu quo y que busca transformar. Sin rabia, muchas veces la creación pierde intensidad y verdad.
«La rabia te empuja a escribir, pero lo mejor nace del amor»
P: Gabriel, el protagonista, es gay. ¿La homosexualidad sigue siendo tabú en según qué círculos?
R: Lamentablemente, sí. Aunque ha habido avances, en ciertos ambientes la homosexualidad sigue siendo un tema sensible o incluso rechazado. Por eso es importante visibilizar y normalizar esas experiencias, dar voz, y derribar prejuicios.
P: ¿Le costó ponerse en el papel del personaje?
R: Fue un reto, pero también una oportunidad de empatizar y profundizar en realidades distintas a la mía. Intenté hacerlo con respeto y sinceridad, sin caer en estereotipos ni simplificaciones.
P: El horóscopo, el tarot y todas estas movidas están sustituyendo a la religión.
R: Es una tendencia que veo en muchos sectores, sobre todo entre jóvenes que buscan respuestas y sentido fuera de las estructuras tradicionales. Es un fenómeno interesante porque mezcla escepticismo con espiritualidad en formas nuevas y a veces contradictorias.
P: “Ese era otro de sus encantos, siempre se estaba yendo”. ¿Es de los que sabe cuándo hay que irse?
R: Saber cuándo retirarse es tan importante como saber cuándo luchar. Hay momentos en la vida donde el movimiento es necesario para preservar la dignidad y el equilibrio personal.
P: ¿Ha tenido una infancia feliz o se reconoce “hijo del trauma”?
R: Tuve una infancia feliz, sin grandes traumas. Fui un niño curioso, observador, pero sobre todo querido y con un entorno que me permitió imaginar y crear.
P: ¿Sostiene, como Gamero, que a los amigos no hay que contarles las penas, que los divierta su puta madre?
R: No creo que haya una regla fija, pero entiendo la idea. La amistad también puede ser un espacio para el humor y la alegría, un escape necesario. Sin embargo, para mí los amigos también deben ser un refugio para las penas cuando sea necesario.
P: “Ansiamos el amor romántico para que nos arranque del tedio, de la realidad, para que nos devuelva una imagen diferente de nosotros mismos. Las parejas son lo que queremos ser. Los amigos son lo que verdaderamente somos”. ¿Qué es y qué quiere ser?
R: El amor romántico puede ser un espejismo que queremos habitar, pero la amistad es la base auténtica, el lugar donde mostramos quiénes somos realmente. Yo quiero ser alguien que cultiva esa autenticidad y esas conexiones sinceras.
«Ansiamos el amor romántico para que nos arranque del tedio»
P: ‘El hombre de mi vida’ es, por encima de todo, un libro sobre la amistad. ¿Cómo de importante son sus amigos?
R: Mis amigos son esenciales. Son la familia que he elegido, el soporte constante. La novela celebra esa amistad profunda que sostiene y da sentido, mucho más allá del amor romántico o los vínculos superficiales.
P: ¿Cuándo fue la última vez que se ha reído hasta que se le saltaran las lágrimas?
R: El fin de semana pasado. Sin necesidad de una gran historia, con amigos, unas copas y momentos de tontunas. Esa risa genuina es un regalo que valoro mucho.