¿Tú eres de Cádiz?

Existe una especie de cruzado caletero. Un detective gadita.

En los últimos años ha habido una pregunta que me ha perseguido como un robalo a una muestra. Como un cangrejo moro a una lapa. Como una lisa mojonera un chusco de pan. “¿Pero tú eres de Cádiz?” me dicen los sheriffs del condado. 

La última vez que me pasó fue en la previa del Trofeo Carranza. El Cádiz jugaba contra el Córdoba, y pese a que nosotros no íbamos vestidos de amarillo, teníamos clarísimo cuál era nuestro equipo. La pregunta, toda inocente, vino de la mano de un par de chavalitos a los que les surgió la duda. “¿Cádiz o Córdoba?” nos preguntaron, a lo que mi amigo Edu, dolorido, les deslizó un “picha”, deslizando la a y con los brazos abiertos en forma de decepción, que hizo que los pibes se fuesen riéndose. 

La vez anterior tampoco la entendí muy bien. Quería tomarme un café y acto seguido bajar a la playa a darme un bañito. Es lo que tienen las playas urbanas, que puedes tomarte algo en primera línea de playa sin que te sangren los ojos con la cuenta. Fui a comprar el periódico cuando el quiosquero, que no me conocía de nada, me preguntó si quería el ABC de Cádiz o el de Sevilla. Y eso me dolió más incluso, ¿acaso solo pueden leer la prensa en Cádiz por la mañana en agosto los sevillanos?

Aunque de todas estas hay una que es la más dolorosa. Existe una especie de cruzado caletero. Un detective gadita que llama gargajillos a las cangrejeras pero que no ha visto una baila en su vida. Cada vez son más los que se ponen una camiseta que dice “tourists go home” pero que alquilan un airbnb para cuatro siendo seis en una ciudad cualquiera de Europa porque los vuelos estaban baratos. Son ellos los que deciden quién es de Cádiz y quién no. Los que se saben de memoria las letras de los más grandes comparsistas pero no le compran la chapa al romancero de su barrio. 

Y la gente parece que no lo sabe, pero aún queda gente de Cádiz que lo es sin necesidad de tachar una lista de “debes” con la que completar el abecé del gaditanísimo. Hay quien mira su ciudad con cariño, pero también la vive. Hay quien le canta, como Javier Ruibal o Antonio Martín; Pepe Baena y Godoy, por ejemplo, la pintan. Pero qué voy a saber yo si no parezco de aquí.

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Existe una especie de cruzado caletero. Un detective gadita.

En los últimos años ha habido una pregunta que me ha perseguido como un robalo a una muestra. Como un cangrejo moro a una lapa. Como una lisa mojonera un chusco de pan. “¿Pero tú eres de Cádiz?” me dicen los sheriffs del condado. 

La última vez que me pasó fue en la previa del Trofeo Carranza. El Cádiz jugaba contra el Córdoba, y pese a que nosotros no íbamos vestidos de amarillo, teníamos clarísimo cuál era nuestro equipo. La pregunta, toda inocente, vino de la mano de un par de chavalitos a los que les surgió la duda. “¿Cádiz o Córdoba?” nos preguntaron, a lo que mi amigo Edu, dolorido, les deslizó un “picha”, deslizando la a y con los brazos abiertos en forma de decepción, que hizo que los pibes se fuesen riéndose. 

La vez anterior tampoco la entendí muy bien. Quería tomarme un café y acto seguido bajar a la playa a darme un bañito. Es lo que tienen las playas urbanas, que puedes tomarte algo en primera línea de playa sin que te sangren los ojos con la cuenta. Fui a comprar el periódico cuando el quiosquero, que no me conocía de nada, me preguntó si quería el ABC de Cádiz o el de Sevilla. Y eso me dolió más incluso, ¿acaso solo pueden leer la prensa en Cádiz por la mañana en agosto los sevillanos?

Aunque de todas estas hay una que es la más dolorosa. Existe una especie de cruzado caletero. Un detective gadita que llama gargajillos a las cangrejeras pero que no ha visto una baila en su vida. Cada vez son más los que se ponen una camiseta que dice “tourists go home” pero que alquilan un airbnb para cuatro siendo seis en una ciudad cualquiera de Europa porque los vuelos estaban baratos. Son ellos los que deciden quién es de Cádiz y quién no. Los que se saben de memoria las letras de los más grandes comparsistas pero no le compran la chapa al romancero de su barrio. 

Y la gente parece que no lo sabe, pero aún queda gente de Cádiz que lo es sin necesidad de tachar una lista de “debes” con la que completar el abecé del gaditanísimo. Hay quien mira su ciudad con cariño, pero también la vive. Hay quien le canta, como Javier Ruibal o Antonio Martín; Pepe Baena y Godoy, por ejemplo, la pintan. Pero qué voy a saber yo si no parezco de aquí.

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