"Bolaño pertenece a una tradición literaria que va de Borges a Rulfo, y convirtiéndolo en un artículo romántico y autodestructivo rompen eso. En última instancia hacen de él una caricatura del tercer mundo. En su lógica imperial, solo pueden aceptar a un autor latinoamericano tan grande como un loco abocado al fracaso".
Carmen Boullosa, crítica literaria mexicana, en 2008
Los detectives salvajes es el libro más importante de mi vida (un lugar común en mi generación —y en la anterior— no por ello menos cierto, ni menos importante).
En una pose premeditada y forzadamente bolañesca, lo leí en el verano de 2016 en Lamu, Kenia, y al menos el tercio final durante una noche en vela, en una escala de 14 horas en el aeropuerto de Nairobi. Cuando aterricé en Madrid yo me creía un detective salvaje que reinventaría y reventaría la anodinia del mundo con mis poemas como granadas, siendo no más que un adolescente blanquito que volvía de un estúpido voluntariado de pago más conmocionado que transformado.
Ese es el gran problema de Bolaño: nos hace a todos creernos más interesantes y más radicales y más valientes de lo que somos, y no, no lo somos, no estamos dispuestos a tocar el fuego, ni tenemos su coraje para decir la verdad, ni para llevar la escritura hasta las últimas consecuencias.
Esta edición ilustrada de Los detectives salvajes eleva la infección bolañiana hasta su límite terminal, destruye todo lo que había de honesta literatura en el gran escritor chileno, y abarata hasta una cutrez insospechada el latinoamericanismo de mercadillo gringo que Bolaño jamás representó y que entre todos le hemos tirado encima hasta sepultarlo bajo millones y millones de caricaturas del autor fumando en Instagram.
Tampoco sorprende dada la tarea de expolio y maltrato que desde hace una década viene reiterando Alfaguara con la obra de este gigante de las letras universales.
Tras el trasvase en 2015 del legado completo de Bolaño de Anagrama a Alfaguara, por motivos extraliterarios conocidos (y, si no, fáciles de conocer) la nueva casa del autor ha decidido llevar a cabo la tan de moda política de autor (consistente en utilizar el nombre de un escritor archifamoso para poder publicar hasta el cuento escolar que escribió con nueve años, porque está en un archivo, la editorial tiene los derechos, se le pone letra grande, bien de márgenes, un prólogo de alguien que aspira a tener su propia biblioteca de autor algún día, y va y se vende bien, así que por qué no seguir), construyendo, en este caso, la Biblioteca Roberto Bolaño, en la cual se reeditó toda su obra hasta la fecha y se añadieron dos títulos que jamás debieron existir: El espíritu de la ciencia ficción y Los sepulcros vaqueros.
Ahora, agotados de purgar los cajones del difunto (no cantemos victoria, quizá sólo es una pausa, y vuelvan pronto al ataque con el 25 aniversario de la muerte de Bolaño, que se nos viene encima en un ya tan próximo 2029), de ensamblar papeles emborronados que estaban explícitamente descartados, para publicar novelas que no escribió el autor sino que malarmó la editorial, han tenido una nueva y genial idea.
Una novela gráfica del clásico contemporáneo Los detectives salvajes, remarcando bien clara la estética de beatnick sureño on the road deep Mexico cuatachones ándale y ándale tex-mex calaveras desierto naranja y cactus con brazos incluidos en portada.
Jugada maestra.
Producto ideal para puretas molones bigotudos que en el cumpleaños de su sobrino no saben qué regalarle y han oído que no le gusta leer al crío pero sí el manga así que creen que esto puede colar. Reivindicación de los nuevos formatos y puesta en valor de la “incipiente” novela gráfica que ha sido tan maltratada por la alta cultura y por fin ahora sabemos dar su lugar al lado de las obras clásicas. Vas a quedar fetén, compadre.
Los clásicos contemporáneos ilustrados son para la literatura lo que el remake life-action para los clásicos Disney. Un pastiche grimoso que aprovecha el tirón comercial de una obra verdaderamente imaginativa antigua para sencillamente hacer caja.
El cómic o novela gráfica (como cada uno prefiera llamarlo) es un género artístico-literario de valor y autonomía más que demostrada, que por fin tiene el respaldo cultural y comercial que merece entre el lector medio, como para que lleguen estos engendros enfermizos a desprestigiarlo subiéndose sobre sus hombros y aplastándolo para sus propios intereses, diciéndose además defensores del género.
Sois vosotros los que menos respetáis el género haciéndole esto.
Que un artista haga arte a partir de otra obra de arte es enriquecedor para la cultura y el arte. Que una empresa saque dinero destrozando un gran libro a los aires de la moda de cada momento es otra atrocidad del capitalismo-cultural-literario que todavía tanto nos cuesta denunciar por miedo a quedar de snobs.
Basta señalar que detrás de cada ilustración, siempre en la página impar, —privilegiando la imagen sobre el texto, que interrumpe tu lectura en cualquier momento, aunque no haya ni un punto—, en la página par siguiente hay una cita del pasaje entrecomillada con letra tamaño 350 para que puedas hacerle la foto directamente y la subas a Instagram sin tener que subrayar o seleccionar texto, ni todas esas incomodidades como por ejemplo leer el libro.
En definitiva, no recomiendo a nadie comprar la reedición de Los detectives salvajes que acaba de publicar Alfaguara cayendo en todos los tópicos y vulgarizaciones de la literatura como producto, queriendo presentar a Roberto Bolaño como artista multidisciplinar, en vez de como el escritor cuasidecimonónico que era, fanático de la palabra escrita y del ascetismo monástico no turbado por los pecados de la iconoclastia. Todo mal.
Esta es mi valoración personal del libro como objeto en esta versión específica. Valoración discutible como todas.
Creo, en cambio, que todo el mundo debería tener y leer un ejemplar (al menos) de Los detectives salvajes de Roberto Bolaño.
—Aún rulan por iberlibro, wallapop y demás la edición en Compactos de Anagrama, roja, muy bonita, y más barata que esta. La edición en Debolsillo es la más barata y la más cómoda y tiene una portada todavía bastante atractiva. O la primera de Alfaguara, que tiene una portada bonita (imitando la edición norteamericana) y yo le tengo cariño porque es donde lo leí la primera vez.
CUALQUIERA edición es buena antes que esta estetización IA de la obra maestra de Roberto Bolaño.
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(Podéis encontrar la segunda parte de la Biblioteca Roberto Bolaño aquí)