“¿Cómo ordenar la propia biblioteca? Es un tema altamente metafísico. Me sorprende que Kant no le haya dedicado un breve tratado. [...] La única regla áurea es la del buen vecino, formulada y aplicada por Aby Warburg, según la cual en la biblioteca perfecta, cuando se busca un determinado libro, se termina por tomar el que está al lado, que se revelará aún más útil que el que buscábamos.”
Cómo ordenar una biblioteca, Roberto Calasso
Se ha publicado un libro, casi en secreto —como todo aquello que tiene valor y es delicado, que debe prepararse a la sombra y una vez finalizado ser presentado en silencio, y nuestra tarea es darle luz, hacérnoslo visible, su matiz y su brillo.
La estructura quebrada del texto entronca con un género aún impreciso que se va haciendo recurrente en las publicaciones de estos últimos años.
Para esta variante de la escritura que parece estar cristalizando, proponemos aquí un listín que sirva de genealogía, tradición para esta forma.
No son libros de aforismos, es algo más; tampoco les cabe la categoría de capítulos, no existe ese tipo de unidad, son demasiado breves. Libros de breviarios quizá, pero mejor evitar las palabras difíciles, y tampoco todos serían así. Uno se presenta como poemas en prosa. Otro como diario. Uno es ensayo, según dice. Otro literatura íntima, del yo, no ficción, otro, sí ficción. Fábulas. Incluso novela, dicen ser algunos de ellos.
Tan solo les encaja a todos la pieza que los compone: el fragmento.
El ejemplo que nos convoca es una cristalización perfecta de la escritura fragmentaria, un extraño mineral que merece ser probado y palpado de primera mano por el lector curioso, para conocer su rugosidad, brillos y escamas.
En este caso el tema es el cuaderno, el cuaderno de escritor, el cuaderno del dibujante, del cineasta, del suicida, el cuaderno en general; y su título es, claro, Cuadernística, escrito por Cristóbal Polo y publicado por WunderKammer (2025) hace apenas unas semanas.
Adelantar nada, de su estilo fluido de un pincel japonés, el detalle de sus imágenes de fotografía estenopeica, sería un incordio para la alegre sorpresa de encontrarlo inmaculado, nuevo, y palpar sus 85 fragmentos.
Nos limitaremos, entonces, tan solo enmarcarlo, darle acomodo, pues con ello basta para que el propio texto brille por sí mismo, una vez esté situado en su correcto asiento, el peldaño oportuno, a continuación de los que le preceden, como paso imprescindible para los que continuarán este camino.
Este libro dibuja su tradición de cuadernistas, aquí ofrecemos nuestra tradición de fragmentarios. Con esto alcanzará.
Para la reconstrucción y fundación del género proponemos entonces dos docenas de títulos como genealogía tentativa, 12 hispanos, 12 traducidos.
Podría ser así:
Lista hispana
- Historias de cronopios y de famas, Julio Cortázar (Minotauro, 1982)
- Prosas apátridas, Julio Ramón Ribeyro (Seix Barral, 2007)
- Historia universal de la infamia, Jorge Luis Borges (El País, 2002)
- Confabulario, Juan José Arreola (Fondo de Cultura Económica, 1985)
- La oveja negra y demás fábulas, Augusto Monterroso (Punto de lectura, 2011)
- La literatura nazi en América, Roberto Bolaño (Seix Barral, 1996)
- El discurso vacío, Mario Levrero (Debolsillo, 2009)
- Coños, Juan Manuel Prada (Valdemar, 1995)
- Dietario voluble, Enrique Vila-Matas (Seix Barral, 2008)
- Clavícula, Marta Sanz (Anagrama, 2017)
- La compasión difícil, Chantal Maillard (Galaxia Gutenberg, 2019)
- Continuación de ideas diversas, César Aira (Jus, 2017)
Lista en traducción
- Spleen de París, Charles Baudelaire (Visor, 2005)
- Calle de sentido único, Walter Benjamin (Akal, 2015)
- Las historias del almanaque., Bertolt Brecht (Alianza, 2001)
- Historias de la palma de la mano, Yasunari Kawabata (Emecé, 1998)
- Textos para nada, Samuel Beckett (Tusquets, 1986)
- El testigo oidor, Elias Canetti (Debolsillo, 2002)
- Mitologías, Roland Barthes (Siglo XXI / Biblioteca Nueva, 2020)
- La sociedad del espectáculo, Guy Debord (Pre-Textos, 2020)
- Las ciudades invisibles, Italo Calvino (Siruela, 2023)
- El imitador de voces, Thomas Bernhard (Alianza, 2001)
- Lo infraordinario, Georges Perec (Impedimenta, 2017)
- Ars Moriendi, Michel Onfray (Firmamento, 2022)
Estos libros de fragmentos terminan compartiendo (a posteriori, más que como condición de entrada) una serie de características que dibujan el género: menos de 200 páginas, compuestos por fragmentos más autónomos que un capítulo, más conectados que un libro de cuentos, pero con una conexión no tanto temática o narrativa, sino conceptual o formal, de extensión muy breve, menos de una página muchas veces, cinco o seis como mucho. Son cortes de la realidad, están quebrados, desarticulados, y eso forma un gesto, cuyo registro acoge bien las metamorfosis de estilo y de materiales. Con qué se rellene esa forma, narrativa, ensayo, poesía, autoficción, confesión, crónica, cartas, teatro, da exactamente igual.
Que este tipo de libros se publiquen cada vez más y ganen el lugar que merecen es un signo de los tiempos fragmentarios, pero también un mérito de editoriales concretas que hace ya años, cuando no era tan fácil, publicaban este tipo de textos tan extraños que hoy van siendo la norma.
La tarea editorial de La uÑa RoTa, con la propuesta de libros compuestos por fragmentos ajenos, una alternativa a la idea originalidad como fundamento del texto, una idea de la autoría como composición de materiales, como curaduría de obras previas, libros hechos de textos de otros y atados por la mente y las palabras de quienes los elijen, los re-escriben, los ordenan y los comentan: Notas de suicidio, Marc Caellas (2022), La última frase, Camila Cañeque (2024), Feliz año, Esteban Feune de Colombi (2025). Artefacto, le llama este último a su invento literario. Se acerca mucho a lo que Valery llamaba literatura potencial, un texto que bastaría con imaginarlo, no haría falta escribirlo; o la idea de creación literaria que Borges aventuró en “Pierre Menard, autor del Quijote”. Podría ser también una posible respuesta para la denuncia que hacía aquí Paloma la semana pasada.
La serie numerada de HyO, textos experimentales hechos de cachos, cartas, rezos, huecos, fragmentos, cuyo número de piezas encabeza en la esquina superior derecha de la portada de cada uno de los títulos, entre los que destaca la que para mí podría ser la obra cumbre del género, al menos en España, al menos hasta hoy: 124 huecos de Begoña Méndez. También fuera de la colección numerística hay títulos que comparten la forma como Amado Señor, Pablo Katchadjian (HyO, 2020) o Sí las cosas fuesen como son, Gabriela Escobar Dobrzalovski (HyO, 2022).
O la colección Cahiers de WunderKammer como expositorio de minerales —la piedra como ser vivo, diría la misma Méndez, también publicada en esta colección sus Heridas abiertas (2020)—, entre los que se encuentran piedras tan bastardas como preciosas, al mismo tiempo, como es la Cuadernística mencionada al comienzo.
También La Caja Books ha publicado un texto como Leer mata de Luna Miguel (2022), seguramente el ensayo literario más influyente de los últimos años, otro libro de fragmentos.
No es casual que el autor más radical de los consagrados, o más consagrado de los radicales, Enrique Vila-Matas, pionero de esta forma, como acredita la lista, haya publicado diversos textos en varias de estas editoriales, incluso en una editorial convencional como Seix Barral, su última novela sea otro ejemplar del género fragmento.
Me he planteado si Facsímil de Zambra (Sexto Piso, 2015), encajaría aquí, me gustaría creer que sí. También el más reciente Literatura infantil (Anagrama, 2023), e incluso en un lugar como Alfaguara, los de Andrés Neuman, Umbilical (2022) y Pequeño hablante (2024), que más allá de su calidad literaria, gracias al fragmento estos tres libros articulan el tema tan poco transitado en nuestro ámbito literario de la paternidad del infante como tema específico.
También encontramos en reedición de libros que quizá hace décadas o incluso tan solo unos años podrían ser laterales, rarezas interesantes, y hoy van centrándose en el canon como piezas fundamentales, autores que fueron pioneros y fundaron (incluso sin saberlo) el género hoy están de moda: Arquitectura del fantasma, Héctor Libertella (Tres editores, 2025); Fragmentos de un discurso amoroso, Roland Barthes (Sexto Piso, 2025); Tesis sobre el concepto de historia, Walter Benjamin (Alianza, 2021).
El género del fragmento podría ser el sentido de la paradoja contemporánea. Piezas autónomas combinadas para reconstrucción de un mundo que no encaja. El fragmento es el fundamento de una literatura antidogmática. Es la extensión de nuestras palabras en este tiempo desarticulado, la política textual de nuestros objetos actuales.
Y no caigamos en la cómoda simpleza de la postmodernidad, de pensar que ya no hay sentido, que todo es vidrio roto, y vale cualquier cosa, juego, vacío, incompletitud como condición suficiente para revelarse contemporáneo. No.
Estos textos son breves porque se quiere concentrar la buena prosa y están rotos porque hay una Historia de la realidad que está rota, alguien la rompió, el texto lo denuncia y su tarea es mostrar la ruina, las heridas, el crimen y sus consecuencias. La nuestra, recoger las esquirlas y ver qué hacemos.
No son textos quebrados porque da igual todo y todo es lo mismo, sino porque el fragmento es la forma de nuestro presente, la denuncia del pasado criminal, la síntesis más exigente y conceptual del camino que podría alcanzar el futuro propuesto.
Volviendo al maestro Piglia —al que siempre hay que volver—, decía en 2012, en esta conferencia magistral sobre técnica y literatura (en la que indica las incidencias sobre el estilo y las corrientes literarias de inventos como la máquina de escribir, el grabador de audio o el cine), que él veía en las novelas de este siglo la aparición argumental de las nuevas tecnologías (ahora la gente se manda mails en vez de cartas) pero no la transformación formal, que algún día llegará —la transformación ha llegado: es la literatura del fragmento.
Ahora, solo para los perseverantes que llegaron tan lejos, un regalo fragmentario. Una confesión íntima en realidad, pues lo que subrayamos siempre lo subrayamos más en nosotros que en el texto. También es un deseo aquel fragmento que marcas y te marca. Unos cuantos de mis fragmentos favoritos de algunos de los libros de las listas, y del tan oblicuamente reseñado:
Spleen de París, Charles Baudelaire (Visor, 2008, p. 96)
“XXXV: LAS VENTANAS
Quien desde fuera mira a través de una ventana abierta, jamás ve tantas cosas como quien mira una ventana cerrada.
No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, tenebroso y deslumbrante que una ventana tenuemente iluminada por un candil. Lo que la luz del sol nos muestra siempre es menos interesante que cuanto acontece tras unos cristales. En esa oquedad radiante o sombría, la vida sueña, sufre, vive.
Por sobre las olas de los tejados, acierto a entrever a una mujer madura, arrugada ya, pobre, perpetuamente enfrascada en su tarea y que nunca sale. Con su rostro, con su atuen-do, con sus gestos, con apenas nada, he reconstruido la historia de esta mujer, o quizá fuera mejor decir su leyenda, y de vez en cuando, entre lágrimas, me la recito a mí mismo.
De haber sido un pobre anciano, habría reconstruido la suya con la misma naturalidad.
Y me acuesto, satisfecho de haber vivido y padecido en la piel de otros.
Y tal vez me digáis: «¿Cómo sabes que esa leyenda es la verdadera?». ¡Qué me importa la realidad que se halle fuera de mí, si me ha ayudado a vivir, a sentir que soy y lo que soy!”
Calle de sentido único, Walter Benjamin (Akal, 2015, p. 13)
“Reloj regulador
Para los grandes las obras concluidas son menos importantes que aquellos fragmentos en los que el trabajo les lleva toda su vida. Pues solo al más débil, al más disperso, le produce una alegría incomparable la conclusión, y se siente con ello devuelto a la vida. Al genio cualquier cesura, los más duros golpes del destino, le sobrevienen como el dulce sueño en el celo de su taller. Y el círculo mágico de este él lo traza en el fragmento. «El genio es celo».”
Las historias del almanaque, Bertolt Brecht (Alianza, 2001, p. 142)
“El reencuentro
Un hombre que hacía mucho tiempo que no veía al señor K. le saludó con estas palabras:
-No ha cambiado usted nada.
-¡Oh! -exclamó el señor K., empalideciendo.”
Ars Moriendi, Michel Onfray (Firmamento, 2022, p. 69)
“LI: UN BRINDIS POR EL DIFUNTO
Durante el funeral de Beethoven, Schubert sostenía uno de los cordones del paño mortuorio. Después de la ceremonia, se reunió con unos amigos en torno a una botella de Tokay y propuso un brindis por el próximo cliente del sepulturero. Ese fue él.”
Historias de cronopios y de famas, Julio Cortázar (Minotauro, 1982, p. 92)
“APLASTAMIENTO DE LAS GOTAS
Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana, se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes mientras le crece la barriga, ya es una gotaza que cuelga majestuosa y de pronto zup ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.
Pero las hay que se suicidan y se entregan en seguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran, me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.”
Prosas apátridas, Julio Ramón Ribeyro (Seix Barral, 2007, p. 79)
“90
Nos paseamos como autómatas por ciudades insen-satas. Vamos de un sexo a otro para llegar siempre a la misma morada. Decimos más o menos las mismas cosas, con algunas ligeras variantes. Comemos vegetales o animales, pero nunca más de los disponibles, en ningún lugar nos sirven el Ave del Paraíso ni la Rosa de los Vientos. Nos jactamos de aventuras que una computadora reduciría a diez o doce situaciones ordinarias. ¿La vida sería entonces, contra todo lo dicho, a causa de su monotonía, demasiado larga? ¿Qué importancia tiene vivir uno o cien años? Como el recién nacido, nada vamos a dejar. Como el centenario, nada nos llevare-mos, ni la ropa sucia, ni el tesoro. Algunos dejarán una obra, es verdad. Será lindamente editada. Luego curiosidad de algún coleccionista. Más tarde la cita de un erudito. Al final algo menos que un nombre: una ignorancia.”
La oveja negra y demás fábulas, Augusto Monterroso (Punto de lectura, 2011, p. 22)
“El Espejo que no podía dormir
Había una vez un espejo de mano que cuando se quedaba solo y nadie se veía en él se sentía de lo peor, como que no existía, y quizá tenía razón; pero los otros espejos se burlaban de él, y cuando por las noches los guardaban en el mismo cajón del tocador dormían a pierna suelta satisfechos, ajenos a la preocupación del neurótico.”
La compasión difícil, Chantal Maillard (Galaxia Gutenberg, 2019, p. 74)
“Contar, imaginar... Imaginar es un movimiento que produce placer. Permite la activación de las facultades de reconocimiento. Todo espectáculo se ofrece como ficción y dispone la mente a efectuar los enlaces pertinentes entre lo que vemos y lo real. Cuanto más se aproxime la ficción a la realidad, más fácil será realizar las asociaciones, y más inmediata, aunque más burda, la satisfacción que se obtenga.
No, no era por simpatía por lo que los espectadores acudían en masa a los circos y a las plazas públicas. No es por simpatía que encendemos el televisor a la hora de la retransmisión de los horrores, sino por placer. Toda representación entraña placer. Y siempre que se nos ofrezca como espectáculo, recibiremos lo real con el placer que toda representación conlleva.”
Cuadernística, Cristóbal Polo (WunderKammer, 2025, p. 84)
“51
¿Para quién escribe el cuadernista? No exactamente para sí mismo, no exactamente para nadie. ¿Se siente leído mientras escribe para si y para nadie o se siente esperado, desde muy lejos, por el último lector de la tierra? No vamos a responder a eso, aunque pudiéramos.
Cada cuaderno teje y alimenta a su manera esa indeterminación, esa improbabilidad difusa, esa retorcida esperanza, tan humana, que es su condición de posibilidad.
La cuadernística, para qué engañarse, es difícil de justificar como forma de comunicación. Así que la primera regla del cuadernista es: No tratarás de justificarte.
Fin del manifiesto.”
Estas han sido las piezas, cortes, artefactos que podemos encontrar el la literatura en mañana. Y vamos cerrando porque este texto se ha alejado ya mucho del tan querido fragmento.
Un último regalo, otra enseñanza de nuestro Homero argentino:
“Los géneros literarios no tienen tanto que ver con el libro, como con la forma en que son leídos”, J. L. Borges.