Escribir antes, Sabina Urraca (Comisura, 2025)

Un libro anodino, forzado por encargo, de escritura vacía y hecho de torpezas

“No hay temas, hay prosas”, Vladimir Nabokov

Este es el sotobosque de la literatura del yo necesario para que crezcan sanas y fuertes las más grandes y bellas plantas del género. Quizá es incluso la maleza. ¿Pero qué bosque sano y frondoso no tiene maleza?

Este es un libro anodino, forzado por encargo, de escritura vacía y hecho de torpezas. Tampoco pasa nada, la editorial tiene otros libros maravillosos, y la autora creo que también tiene libros mejores. Pero, efectivamente, este es un ejemplo del riesgo de inflación de un mercado obsesionado con libritos breves, de fragmentos breves, intimidad barata y buenismo, que son flojos, pero si entran en una estética determinada se venden y se venden bien.

Escribir antes quiere explicar en qué consiste el acto de escribir a través del diario de la autora escribiendo durante y después de una beca para escribir su última novela El celo. No explica nada, acumula tópicos literarios, y las grandilocuentes metáforas áulicas sobre fontanería, las escenas monacales de esforzado recogimiento intelectual, las imágenes sublimes acerca de organismos vivos que viven, sencillamente aburren, o no se entienden, o son obvias. Hoy que la figura de escritor ha cobrado un aura de misterio y seducción, y que la lentitud de las palabras impresas nos hacen recordar con nostalgia tiempos pasados (inventados) donde la vida avanzaba a su ritmo “natural”, este libro puede resultar agradable y hasta placentero a mucha gente. Solo si se está dispuesto a una ristra de imágenes repetitivas, y el camino de santidad de la autora en aislamiento penitente de “la belleza suprema que nunca se agota” obligándose a encerrarse a escribir, porque, ay, escribir es tan difícil, da tanto miedo… Bueno. No siempre el género fragmento va a ser bueno. Aquí hay opciones mejores.

Sé que corro el riesgo de ser otro señor criticón de los que se ríe la autora en este libro —con toda la razón, la verdad— pero no puedo mentir y decir que me parece bueno un libro que me parece malo solo para que no se rían de mí.

Al menos quiero indicar que no es un problema de identificación. Yo no sangro cada mes, y me parecen los pasajes más interpelantes del texto; sí escribo, y me resultan anodinas las escenas de escritura, que por desgracia son la mayoría. El párrafo hacia el final del grupo de WhatsApp para enviarse exclusivamente pedos también está muy bien.

Y, sin embargo, lo cierto es que ahora necesito leer El celo. Este libro ha cumplido su misión comercial. Igual está bien hecho. Pero no es un libro delicado, sino forzado.

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Este es un libro anodino, forzado por encargo, de escritura vacía y hecho de torpezas. Tampoco pasa nada, la editorial tiene otros libros maravillosos, y la autora creo que también tiene libros mejores. Pero, efectivamente, este es un ejemplo del riesgo de inflación de un mercado obsesionado con libritos breves, de fragmentos breves, intimidad barata y buenismo, que son flojos, pero si entran en una estética determinada se venden y se venden bien.

Escribir antes quiere explicar en qué consiste el acto de escribir a través del diario de la autora escribiendo durante y después de una beca para escribir su última novela El celo. No explica nada, acumula tópicos literarios, y las grandilocuentes metáforas áulicas sobre fontanería, las escenas monacales de esforzado recogimiento intelectual, las imágenes sublimes acerca de organismos vivos que viven, sencillamente aburren, o no se entienden, o son obvias. Hoy que la figura de escritor ha cobrado un aura de misterio y seducción, y que la lentitud de las palabras impresas nos hacen recordar con nostalgia tiempos pasados (inventados) donde la vida avanzaba a su ritmo “natural”, este libro puede resultar agradable y hasta placentero a mucha gente. Solo si se está dispuesto a una ristra de imágenes repetitivas, y el camino de santidad de la autora en aislamiento penitente de “la belleza suprema que nunca se agota” obligándose a encerrarse a escribir, porque, ay, escribir es tan difícil, da tanto miedo… Bueno. No siempre el género fragmento va a ser bueno. Aquí hay opciones mejores.

Sé que corro el riesgo de ser otro señor criticón de los que se ríe la autora en este libro —con toda la razón, la verdad— pero no puedo mentir y decir que me parece bueno un libro que me parece malo solo para que no se rían de mí.

Al menos quiero indicar que no es un problema de identificación. Yo no sangro cada mes, y me parecen los pasajes más interpelantes del texto; sí escribo, y me resultan anodinas las escenas de escritura, que por desgracia son la mayoría. El párrafo hacia el final del grupo de WhatsApp para enviarse exclusivamente pedos también está muy bien.

Y, sin embargo, lo cierto es que ahora necesito leer El celo. Este libro ha cumplido su misión comercial. Igual está bien hecho. Pero no es un libro delicado, sino forzado.

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