Permíteme que hoy no tenga una columna normal ni tampoco la historia de amor que tendré la próxima semana. Sólo soy yo, cumpliendo años esta semana y para mí cumplir años sí es un símbolo que baja a la Tierra y me sacude, me hace preguntas sobre lo que soy, lo que estoy haciendo y sobre cómo eso casa con lo que aspiraba, con mis expectativas, las que tuve en otro tiempo o las que tengo para mi futuro.
Esta vez no tengo nada sobre el amor pero en realidad es todo sobre el amor. Llevo semanas dándole vueltas a por qué empecé esta columna y por qué la sigo escribiendo: tenía ganas de reírme en público, de ironizar y de narrar mis conversaciones con amigos porque sentía que no había (al menos yo no la tenía) una voz (en español) que hablase de amor y desamor más allá de hablar de las tendencias de palabrejas que vienen normalmente de ensayos fantásticos provenientes de los Estados Unidos y nos condicionan para pensar qué carajo nos está pasando con esto de amar y relacionarnos.
A los medios tradicionales les encanta entrevistar a psicólogos, terapeutas sexuales y algunos testimonios de ‘jóvenes’ para hablar de love bombing, ghosting y demás situaciones de nombre viral. Las relaciones evolucionan como lo hacen los tiempos y los formatos, pero en realidad todos seguimos pringando, enamorándonos, desencantándonos… en fin, la idea de No Sex es no quedarnos en el escaparate de estas palabras tan buscables y compartibles, sino en bajar a la calle, indagar en cómo nos hacen sentir de verdad, incluso crear un entorno sincero para compartirlas. Llevo tiempo pensando en escribir sobre otras cosas más serias porque no querría que parezca que sólo hablo de por qué morrearse es fantástico, de qué es aquello de sentirse elegido o de por qué odio la tibieza (en este caso para todo, no sólo para amor). Y probablemente lo haga.
Pero le sigo dando vueltas : ¿es algo menor hablar de amor? Me han respondido a esta columna perfiles heterogéneos tales como consultores de McKinsey, poetas, doctores en Filología, ingenieros de toda clase, filósofos. Quizás escribir de amor no es tan importante como hacerlo de los cambios sociales, la rabiosa actualidad, por qué somos imbéciles todos con el móvil en los conciertos o la literatura —temas que a mí me fascinan pero sobre los que no digo ni mu, sino que los leo y aprendo. Pero no por menos Importante eso lo hace menos Relevante. Annie Hall es una obra maestra, como lo es la ironía de Norah Ephron. Ni siquiera me adentraré en lo que significa Travesuras de la Niña Mala o lo que me hace pensar Byung Chul-Han.
Hasta el más cínico es atravesado por el amor aunque se resista y, si lo hace, atravesado sólo por el vacío, encuentra su otra cara: el desamor. El amor y cómo nos relacionamos con él acaba siendo algo político y social, íntimo y público. Cómo nos vemos capaces de construir (o no hacerlo) nuestros vínculos habla del momento en el que nos encontramos, genera y revela tensiones con las que convivimos todos los días.
Mi amiga y periodista Claudia Vila me dijo que yo escribía para la calle, que nosotras estábamos en la calle, que dejase de preocuparme tanto. Creo que me reconcilié con la idea. Quizás no es tanto el qué, sino el cómo —se puede hablar de cosas importantísimas y no importarle a nadie. Creo que el amor y todas sus aristas ejercen de buena metáfora de la vida, y aunque no fuese así, resulta que me encanta hablar de ello.